¿Tu cuenta de resultados puede soportar la ausencia de confianza en la organización?

Sin confianza, no hay equipo. Sin equipo, la organización no alcanza sus objetivos (si los alcanza, lo hace de manera ineficiente). ¿Qué organización puede permitirse el despilfarro de recursos? 

Es así de claro, aunque en algunas organizaciones cueste reconocerlo. La confianza constituye la base de un equipo cohesionado y que funciona. Sin confianza, el trabajo en equipo es imposible. Y el gasto en recursos innecesarios crece exponencialmente (reuniones, quejas, revisiones, procrastinación, subgrupos, etc.).

De forma muy resumida, la confianza en un equipo hace referencia a la seguridad sobre las intenciones de los demás miembros, de manera que cada uno se siente cómodo y se permite mostrarse vulnerable, solicitar ayuda y aceptar aportaciones para que el equipo avance hacia el objetivo común. La confianza permite generar debates productivos y compromisos, donde cada miembro ejerce y exige responsabilidad por el resultado.

A nivel organizacional, la generación de confianza pasa por el orden y el equilibrio del equipo como sistema. En un sistema ordenado las funciones necesarias para que éste funcione están claramente definidas y cada rol está asociado a una determinada responsabilidad y, en consecuencia, jerarquía. En este marco, cada miembro debe sentir que aquello que aporta al sistema y lo que el sistema le devuelve está en equilibrio, entendiendo que se trata de una valoración cualitativa y subjetiva. Si cada miembro se siente en el lugar correcto y es reconocido por los demás miembros del equipo en su función y por el líder por su valor aportado, aumenta el sentimiento de pertenencia. Pertenencia y reconocimiento impulsan la confianza para aportar al equipo, incrementando su eficiencia.

En este marco, el líder es crucial en tanto que debe aprender a gestionar las relaciones para establecer confianza, incluir y reconocer a los miembros y comunicar asertiva y objetivamente. Igualmente, el líder debe tener la capacidad de organizar, no desde la jerarquía, sino en búsqueda de la eficiencia para conseguir los resultados con el menor esfuerzo y mayor rapidez posibles. Esto pasa por generar relaciones equilibradas y ordenadas alrededor de quién es cada miembro del equipo en su rol y asumir y otorgar responsabilidad. Además, es necesario que el equipo perciba que todas las decisiones del líder son en pro del equipo y del objetivo global, más allá de objetivos intermedios o personales. Igualmente, el líder, como impulsor de confianza, muestra su propia vulnerabilidad y favorece un entorno de trabajo para ello.

Por su parte, cada miembro del equipo debe predisponerse a cultivar y mantener la confianza y confiar totalmente en los demás.  Los equipos donde sus miembros confían unos en otros admiten sus errores,  dedican tiempo y energía a los temas importantes, aceptan y ofrecen disculpas sin dudar y trabajan eficientemente hacia el resultado, sin luchas de poder.

En muchas organizaciones la confianza es un activo ya presente que necesita ser explotado como palanca de eficiencia. En otras, la confianza es tal que trasciende al “buen rollo” y, por no quebrarlo, pierde su efectividad. En el otro extremo, en algunas organizaciones la falta de confianza lleva a que se trabaje en “reinos de taifas” a favor de objetivos personales, donde cuesta ceder en pro del objetivo global. 

¿En qué nivel de confianza se encuentra tu equipo/organización?

Marzo 2021